Paul Krugman, uno de los más destacados columnistas de EE. UU., comentarista habitual de The New York Times y Premio Nobel de Economía, ha vuelto a alertar sobre el «peligro inminente» que corre la democracia de su país, al denunciar al Partido Republicano como un «movimiento autoritario en ciernes», que trata de hacerse del poder y «rechaza cualquier oposición o incluso la crítica por no ser legítima».
En un artículo publicado el pasado 14 de noviembre, titulado «La verdad y la virtud en la era de Trump», el periodista afirma que el magnate presidente, «en las vísperas de las elecciones intermedias mentía en público más de cien veces a la semana». No obstante, este asalto a la verdad –sostiene– va mucho más allá que la frecuencia de sus mentiras, «porque Trump y sus aliados no aceptan la noción misma de los hechos objetivos».
Refiere además la adicción de los republicanos a las «teorías de conspiración» y que «después de todo, si la gente sigue insistiendo en la verdad de algo que daña a su partido, no puede ser por respeto a los hechos, porque en su mundo no hay hechos neutrales. Así que la gente que hace afirmaciones inconvenientes debe formar parte de la nómina de fuerzas siniestras».
Señala Krugman que en «Trumplandia (...) el bien y el mal se definen únicamente dependiendo de si ayudan a los intereses del líder. Por ende, Trump ataca e insulta a nuestros aliados más cercanos mientras alaba a dictadores brutales que lo halagan (y declara que los neonazis son “gente muy buena”)».
Un día antes, el comité editorial del propio diario titulaba en primera plana «Trump fabrica otra “crisis” migratoria y amenaza al sistema de asilo», en el que denuncia que la seguridad pública, la seguridad nacional y el Estado de derecho son algunas de las frases que le encanta repetir al gobierno de Donald Trump cuando está por revelar alguna de sus «políticas migratorias deliberada y vanamente crueles».
Apuntaba que los funcionarios de la administración republicana parecen esperar que con eso sus acciones sean protegidas de cualquier escrutinio público o jurídico, pues afirma que «Trump se la pasa generando amenazas no existentes y temores fabricados para responder de manera exagerada; así socava el Estado de derecho».
Tal como el despliegue innecesario y excesivo de miles de tropas a la frontera, para impedir el paso a las caravanas de migrantes centroamericanos, la prohibición al asilo promovida por la Administración republicana funciona como un muro imaginario: sustituye el muro fronterizo físico que Trump no pudo conseguir ni siquiera cuando su partido controlaba el Congreso. Menos lo va a lograr ahora que la Cámara de Representantes es controlada por los demócratas, según aprecia The New York Times.
Denuncia el editorial que no hay intereses amenazados ni crisis migratoria en la frontera; que la caravana migrante fue usada por Trump fantasiosamente para asustar a sus simpatizantes para que acudieran a las urnas en las elecciones intermedias y la prohibición de asilo demuestra que los «impulsos nativistas» del presidente guían su campaña, pero también a su Gobierno en general. Plantean que Estados Unidos tiene leyes que rigen el proceso de asilo de manera clara, así como agencias bien financiadas para aplicar esas leyes.
Coincidente con esas revelaciones salía a la luz Becoming, un libro con las memorias de Michelle Obama, ex primera dama estadounidense, en la que denuncia al presidente Trump por el sexismo y la misoginia que exhibe y además enfatiza en el hecho de que promovió la teoría conspirativa con la que se cuestionó la ciudadanía de Barack Obama.
Describió la campaña para desacreditar a su esposo como «demente y miserable, desde luego, con su intolerancia y xenofobia apenas ocultas», así como peligrosa. Añade: «He tenido noches de desvelo, furiosa por lo que ha sucedido. Ha sido angustiante ver cómo el comportamiento y la agenda política del presidente actual han causado que muchos estadounidenses duden de sí mismos y también duden y teman de los demás».
A los cien días de gobierno de Trump, Paul Krugman había sentenciado que «Estados Unidos aún puede salvarse»; al cumplirse el primer año de mandato The New York Times afirmaba que el Presidente «no entiende el verdadero estado de la unión» y «ataca permanentemente a las cortes estadounidenses y sus agencias de seguridad e inteligencia», protagoniza ataques racistas. Mientras tanto, Human Rights Watch aseguraba que ese periodo fue marcado por un fuerte retroceso en las funciones del Gobierno en proteger y promover una amplia gama de derechos humanos.
Ahora son muchos los que dentro y fuera de EE. UU. se preocupan por el curso de los acontecimientos con políticas veladamente racistas, hegemónicas, promotoras de conflictos y divisiones regionales, de ensañamiento anticomunista y antisocialista; donde se enarbola descaradamente el imperio de la Doctrina Monroe, la mentira, la venganza y las sanciones; el retorno de la guerra fría, el militarismo, el armamentismo y el fascismo.
Una vez más se acude descaradamente a terroristas para conseguir objetivos políticos geoestratégicos, mientras las mafias del narcotráfico, el negocio de las armas, la trata de personas y muchas otras, siguen llenando los bancos y los bolsillos de los magnates que lavan y enjuagan sus millones en paraísos fiscales dentro y fuera de EE. UU., mientras desatan operaciones desestabilizadoras de gobiernos apelando a la supuesta guerra anticorrupción.
Las amenazas trascienden las fronteras norteamericanas por un Gobierno autoritario y ultraderechista, con un gabinete de guerra que no tiene aliados ni amigos, y ha hecho de la mentira un arma para la subversión y la muerte.
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