lunes, 22 de abril de 2019

"Yo desde chiquita quería ser abogada y ayudar, pero no imaginé que terminaría viendo un caso de pena de muerte", afirma. Por qué hay condenados a muerte que prefieren la silla eléctrica a la inyección letal El padre que consiguió que no ejecutaran en Texas a su hijo condenado a muerte por el asesinato de su propia madre y su hermano Recién egresada de la universidad de Harvard, la flamante abogada se trasladó a California y comenzó a trabajar en una entidad estatal que atendía a personas condenadas a morir, siendo su primer caso el del granjero mexicano Vicente Benavides. "Empecé en 1999 con un equipo y comenzamos a revisar la evidencia", señala. Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image caption San Quintín es la única cárcel en el estado de California con corredor de la muerte. La sentencia había sido dictada seis años antes y, por la alta carga procesal y burocracia, era la primera vez que Benavides tenía acceso a un abogado para poder apelar su condena. El mexicano insistió en su inocencia desde el principio de su juicio y eso fue lo primero que le dijo a Cristina Bordé cuando la conoció. "Yo no le hice nada a la niña", le aseguró el mexicano a la abogada, y ella decidió creerle. El caso Benavides El episodio por el que Vicente Benavides fue condenado sucedió en noviembre de 1991, cuando él tenía 42 años, en la ciudad de Delano, California. El granjero se encontraba cuidando a la hija de menos de dos años de su entonces pareja, quien se encontraba trabajando. Tras descubrir que la menor había logrado salir del apartamento la encontró muy indispuesta en un pasillo del edificio en el que vivían. La inyección letal experimental y otras dos cosas que hacen inusual la ejecución de un supremacista blanco en Florida "La teoría de la mujer diabólica": cómo degradan a algunas mujeres antes de condenarlas a la pena de muerte Después de acudir a varios hospitales durante ocho días, el cuadro clínico fue empeorando y la pequeña falleció de un paro cardiaco. Para ese momento, el mexicano ya se encontraba detenido. Los informes médicos señalaron que se habían detectado heridas en el área genital y golpes en la cabeza y el abdomen, elementos que se utilizaron en el juicio para acusar a Benavides de violación y asesinato. Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image caption El uso del fármaco conocido como midazolam en la inyección letal ha sido cuestionado, por casos en los que los condenados han sufrido una muerte lenta y dolorosa. 19 años de litigio El juicio contra el granjero mexicano comenzó el 15 de marzo de 1993 y terminó el 20 de abril del mismo año con la condena a la pena capital en San Quintín, la única cárcel del estado de California que cuenta con el llamado corredor de la muerte. A la justicia le tomó menos de un mes y medio en hallarlo culpable, pero fueron 19 años los que tardó Cristina Bordé en probar su inocencia. "No tenía ningún historial de violencia ni abusos sexuales. Cuando empezamos a mirar la evidencia médica nos quedó muy claro que se había cometido una gran injusticia", señala la abogada. “Mamá, no lo logramos, por favor cuida a mi hijo”: el calvario de la madre de Víctor Parada, el boliviano sentenciado a la horca por narcotráfico en Malasia El primer paso para empezar la defensa de Benavides fue plantear ante los tribunales de California un recurso de habeas corpus, una figura jurídica para garantizar los derechos fundamentales de cualquier persona bajo juicio. Para ello se realizó una larga y compleja revisión de la documentación del juicio y las "pruebas" que llevaron a la condena contra el granjero. Allí, Bordé y su equipo hallaron un indicio que podía probar que no existió abuso sexual contra la menor: el primer centro médico que atendió a la niña no halló heridas o marcas en el área vaginal, como sí ocurrió en el segundo. "En el primer hospital le intentaron poner un catéter para tomarle la temperatura. Los expertos médicos a los que acudimos nos señalaron que las heridas encontradas en el área genital fueron producto de eso", indica Bordé. Derechos de autor de la imagenUNIVERSIDAD DE WISCONSIN Image caption Bordé estudio leyes en Estados Unidos, pero la primaria y secundaria las cursó en Colombia. A partir de allí continuó el trabajo con expertos sobre las evidencias y los testimonios que había escuchado el jurado que condenó a Benavides en 1993. "Todos a los que les consultamos nos dijeron que la causa de muerte brindada por el patólogo que intervino en el juicio es anatómicamente imposible. Dijo cosas completamente falsas", indica la abogada colombiana. Maurice Possley, investigador del Registro Nacional de Exonerados, una entidad estadounidense que siguió el caso Benavides, afirma que el equipo de Bordé planteó que "la condena se basaba en testimonios médicos falsos, que la policía y la fiscalía habían retenido pruebas y que los fiscales habían presentado argumentos incorrectos". "También se señalan las fallas de los abogados defensores de Benavides, ambos fueron inhabilitados o suspendidos posteriormente, para proporcionar una defensa adecuada", indica Possley. Sobre esos argumentos, Bordé y su equipo presentaron en 2007 un documento de 395 páginas para intentar probar la inocencia de su defendido. Esa fue la evidencia fundamental con la que un juez de la Corte Suprema de California decidió exonerar al granjero mexicano en 2018 y determinar su liberación. Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image caption La pena de muerte es un tema de constante debate en Estados Unidos. 26 años de prisión sin culpa Vicente Benavides pasó año y medio detenido antes de recibir una condena, esperó más de cinco años hasta que la justicia le asignó un abogado con el que pudiera apelar la sentencia y tardó 26 en recuperar la libertad, a sus 68 años. "Es lo típico para las personas que no tienen dinero. Las cortes tienen gran cantidad de casos y no hay suficientes recursos para tratar tantos", explica la abogada Bordé. La colombiana sabía de las dificultades que representaba defender a Benavides y de las muy escasas ocasiones en las que un juez decide exonerar a un condenado a la pena de muerte. Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image caption Benavides abandonó San Quintín en abril de 2018. Entre 1979 y 2019, apenas cuatro sentenciados a la pena capital fueron exculpados y liberados en el estado de California. El caso anterior al del granjero mexicano se había producido en el año 2000. Desde 1967 hasta la actualidad se produjeron 122 exoneraciones a personas condenadas al corredor de la muerte en todo Estados Unidos, según el Registro Nacional de Exonerados. El último de ellos fue el de Benavides, quien ahora se encuentra en alguna población de México acompañado de su familia y amigos. En lugar de brindar entrevistas y contar su historia, él prefiere "recuperar el tiempo".

Investigadores de la Universidad de Tel Aviv han construido un corazón vivo que palpita utilizando tejido humano y una impresora 3D, en un avance que abre vías hacia los trasplantes del futuro, sin necesidad de depender de donantes ni riesgo de rechazo de los órganos trasplantados.

Los investigadores han presentado en rueda de prensa este corazón inerte del tamaño de una cereza inmerso en un líquido. “Es la primera vez que se imprime un corazón integralmente con sus células y sus vasos sanguíneos. Es la primera vez que se utiliza materia y células provenientes del paciente”, ha señalado el profesor Tal Dvir, director del equipo de investigación.
El corazón “está completo, vivo y palpita” y ha sido hecho con “células y biomateriales que vienen del propio paciente. Tomamos una pequeña biopsia de tejido graso del paciente, quitamos todas las células y las separamos del colágeno y otros biomateriales, las reprogramamos para que sean células madre y luego las diferenciamos para que sean células cardiacas y células de vasos sanguíneos”, añade el investigador.
Después, se procesan los biomateriales “para convertirlos en bio-tinta, que permitirá imprimir con las células”.
El producto resultante, un corazón de unos tres centímetros, equivalente al tamaño de una rata o un conejo, “todavía es muy básico”, señala el profesor, para quién “el próximo paso es madurar este corazón de modo que pueda bombear”.
Por el momento, “las células se pueden contraer, pero el corazón completo no bombea. Necesitamos desarrollarlo más” para lograr un órgano que pueda trasplantarse a un ser humano, considera Dvir. omo argumentaba este experto, “ya se ha conseguido imprimir la estructura de un corazón en tres dimensiones antes, pero no con células y vasos sanguíneos”. Pese a ello, los científicos estiman que habrá que superar muchos obstáculos antes de que estos corazones en 3D puedan usarse en los trasplantes.

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