sábado, 17 de agosto de 2019

Ellas luchan bajo el imperio de Duterte, el presidente que bromea con violaciones

“Si hay muchas mujeres bonitas, habrá muchas violaciones", “Hay que disparar a las guerrilleras a la vagina, sin ella son inútiles”, "Era un poco gay pero las mujeres hermosas me curaron". Todo esto son intervenciones del presidente filipino Rodrigo Duterte. Y sigue. En un acto en favor de la igualdad de género expresó: “Limitáis mi libertad de expresión y criticáis todo lo que digo”, “Putas”, “Mujeres locas”. Lo que es peor es que su audiencia normalmente ha acogido estas palabras con risas e incluso con sonoras carcajadas. El mandatario también ha contado cómo abusó de una empleada del hogar como una anécdota de juventud y son habituales sus shows de invitar a asistentes a sus discursos a que suban al escenario para besarlas.

En la sede de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres en Asia Pacífico, en Manila, se reúnen cinco mujeres a la cabeza de entidades que luchan por la igualdad de género en Filipinas. Un país en el que "ser feminista quiere decir muchas cosas y no todas buenas", explica una de ellas. La anfitriona es Jean Enríquez, una de las impulsoras de las marchas del 8 de marzo en el país asiático. Las otras son Nice Coronación (Sentro, organización socialista), Judy Pasimio (Lilak, en defensa de las mujeres indígenas), Alenah Romero (CMA, entidad que protege a las migrantes) y Amparo Miciano (Coalición de Mujeres Rurales). El trabajo de estas activistas cuenta con más baches si cabe desde que Duterte llegó al poder. “Incluso antes ya recibimos amenazas de muerte por protestar contra él. Desde que es presidente ha puesto trabas en la inspección de nuestras organizaciones que hacen peligrar nuestros fondos internacionales”, relata Enríquez.
Filipinas se posicionó durante mucho tiempo como un referente en cuanto a la igualdad en Asia. Se convirtió en uno de los primeros países de la región en promulgar leyes contra el tráfico de mujeres y endureció las penas contra el acoso. Por otro lado, se trata de una nación ultraconservadora. El 85% se define como católico y no están permitidos ni el divorcio ni el aborto, históricas reivindicaciones feministas. Aun con todo, según el último informe anual sobre brecha de género realizado por el Foro Económico Mundial, Filipinas es el octavo país del mundo con mayor igualdad entre sexos.
“El problema es que muchos ven a Duterte como alguien que no pretende aparentar nada y muestra su cara real. Aunque sea la cara de un misógino. Pero lo cierto es que sus declaraciones se están convirtiendo en órdenes y en última instancia en leyes”, señala Pasimio. Lo cierto es que los niveles de popularidad del presidente se sitúan más altos que nunca (70% según las últimas encuestas están satisfechos con su gestión). El amor y el odio que despierta se basan principalmente en la guerra contra los narcotraficantes que libra desde su llegada al poder y que deja cada día en las calles miles de asesinatos sin juicio previo ni investigación posterior. La autoridad filipina reconoce 6.600 muertes en operaciones policiales hasta finales de 2018, pero clasifica una 23.000 más como “casos bajo investigación” y organizaciones como Amnistía internacional denuncia que son muchas más. Esta política ha propiciado que la organización de Enríquez haya ampliado su campo de acción y desde 2016 atiende a los centenares de viudas que deja esta política de asesinatos a discreción.

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